domingo, 17 de junio de 2012

El Paracosmos infantil: la fantasía como mecanismo de adaptación



El concepto de Paracosmos es un término apadrinado por los psicólogos infantiles Robert Silvey, Stephen A. Mackeith y David Cohen que desarrollaron en los libros: “Paracosmos, una forma especial de fantasía”, en 1988, y “El desarrollo de la imaginación: los mundos privados de la niñez”, en 1991.

En ambos textos se analizaba cerca de un centenar de casos de niños que en su día escribieron sobre compañeros imaginarios, países inventados y aventuras de toda clase,  para más tarde examinar como estos “universos íntimos infantiles” seguían interesándoles e influyéndoles en la vida de adulto.
 

Otro psicólogo infantil, Bruno Bettelheim, demostró que el niño va construyendo su pensamiento simbólico con dos herramientas básicas: el cuento y el juego. Pero no sólo por diversión, sino porque tiene una predisposición natural e inconsciente de poner en orden el caos interior y afectivo, exteriorizando fobias, conflictos y adquiriendo patrones que le ayudan a comprender la serie de obligaciones a la que lo someten  los adultos.
El Paracosmos es una réplica alegórica del mundo cotidiano, siendo la reinterpretación fantasiosa, lo que le permite enfrentarse a problemas muy reales.

Muchos de los grandes autores de la literatura infantil encajan en este perfil del niño que inventa y crea un Paracosmos:  Lewis Caroll con Alicia en el país de las Maravillas y James Mathew Barrie con Peter Pan desarrollaron sus respectivas novelas a partir de observar los juegos de los niños. Asimismo, otros escritores como Michael Ende con Momo o La historia Interminable, Tolkien con El señor de los Anillos, Clive Staples Lewis con Las Crónicas de Narnia, J.K Rowling con Harry Potter, L.F Baum con El Mago de Oz, etc…han desarrollado mundos alternativos con nuevas geografías, nuevas razas, nuevas formas arquitectónicas, nuevas leyes que rigen ese universo… creando un mestizaje de culturas y de géneros  de gran complejidad debido al gran número de personajes, tramas y espacios.


Unos textos que hablan más del mundo adulto que del niño, ya que el autor observa con nostalgia e idealiza la edad infantil llenándolo de impulsos positivos y otorgándole la pureza que nos transmite la inocencia de tan temprana edad. Estos mundos insólitos pueden tener distintos métodos de análisis según la disciplina que deseemos aplicar: el psicólogo percibe estas obras como la plasmación de las fantasías más íntimas del autor, el sociólogo como la materialización de ciertos estereotipos, el antropólogo como la perpetuación de ciertos arquetipos o símbolos recurrentes e incluso diseñadores, artistas o arquitectos han aprovechado ese campo para la búsqueda de inspiración en sus proyectos más vanguardistas. La utilización del término Paracosmos está totalmente integrada tanto en el lenguaje psicológico cognitivo como en el literario, pero difícilmente oiremos a algún crítico cinematográfico refiriéndose a este concepto, algo que resulta curioso, ya que la mayoría de películas que reflejan ese “mundo alternativo” están directa o indirectamente relacionadas con la literatura universal.

En 1950 el folclorista estadounidense Richard Donson utilizó el término Fakelore para referirse a las creaciones que se representan como si fueran mitos tradicionales, cuando en realidad se trata de invenciones inspiradas en ellas. Este “folklore manipulado” empieza en gran medida en la época cortesana francesa, cuando autores literarios como Charles Perrault (1628-1703) o Jeanne Marie Le Prince de Beaumont (1711-1780) transcriben los cuentos orales, suavizando su contenido tosco y otorgándoles un enfoque más afín a la época. Las historias mitológicas pertenecientes a los celtas, romanos, griegos, germánicos o persas –mitos indoeuropeos estudiados por Georges Dumézil– fueron reinterpretados por escritores que alteraron su contenido, combinando personajes de diferentes épocas o culturas, modernizando y otorgando a los protagonistas unos arquetipos universales afines al lector.

Aristóteles definió el término “arte de imitación” como aquel arte que representa lo universal frente a lo particular, y daba más importancia a la armonía de lo representado, que su fidelidad con lo real. Este hecho permite al lector-espectador aceptar las leyes que rigen en el Paracosmos siempre que tenga un contexto coherente, sin importar el mestizaje de culturas, épocas, símbolos iconográficos o acciones Deus Ex Machina que surgen de improvisto.


De la Literatura al cine.

Los Paracosmos cinematográficos respetan las mismas reglas que han sido utilizadas en literatura: -El niño se adentra en un mundo “paralelo” creado por su imaginación en búsqueda de aventuras, que interpreta como juegos de acción, aunque inconscientemente su leitmotiv sea la búsqueda de identidad y adquisición de nuevos valores. Para ello el protagonista se marcha “metafóricamente” de su hogar mediante una ensoñación que le permite pasar el umbral entre lo real y lo no-real. Este paso por el umbral, simboliza la transformación que va realizar el personaje cuya identidad percibida como real, se verá modificada al regresar al punto de origen. Puede ser a través de una pequeña puerta hacia otro mundo oculta en algún rincón de la casa, como en las películas en Los Mundos de Coraline (Coraline, Henry Selick, 2009), El Laberinto del Fauno (Pan´s Laberinth, Guillermo del Toro, 2006), Tideland (I.d, Terry Guilliam,2005), claramente inspirado en el relato de Alicia en el País de las Maravillas o sus variantes, como por ejemplo a través de las puertas de un armario accediendo así a un reino mágico, como en Las crónicas de Narnia (The Chronicles of Narnia, Andrew Adamson, 2005).
Otras alternativas para pasar ese umbral hacia la fantasía, lo podemos encontrar en El Mago de Oz (The Wizard Of Oz, Victor Fleming, 1939) donde un fenómeno natural como un tornado –metáfora de su estado psíquico– transporta a Dorothy al mundo de Oz e incluso a puentes que llevan a otra dimensión como en El Puente hacia Terabithia (Bridge to Terabithia, Gábor Csupó, 2007). Aunque el tratamiento más común lo podemos encontrar en el despertar nocturno del protagonista, que debido a la visita de algún ser fantástico le permite realizar las aventuras que tanto desea. Este método recurrente en el cine permite al autor jugar con la dualidad entre si lo que presenciamos en pantalla es fruto de la ensoñación del protagonista o si ese mundo mágico existe realmente, como ocurre en la película El pájaro Azul (The Blue Bird, Walter Lang, 1940) con Shirley Temple.
La acertada combinación del blanco y negro –o sepia– del Mago de Oz, para diferenciar el estado anímico de Dorothy en el mundo real, se repite también en El pájaro azul, pero en esta versión ocurre tras la llegada de una bruja buena, convirtiendo el entorno en color, es decir en felicidad. En su equivalente literario, Michael Ende también diferencia su libro La Historia Interminable, con el texto en negro para referirse al mundo real y el texto en rojo para referirse al mundo de Fantasía, otro claro homenaje a Oz. Retomando el film El pájaro azul, basado en la obra teatral de Maurice Maeterlinck, en 1976 se estrenó otra desafortunada versión, que fue dirigida por George Cukor, con actrices de la talla de Elizabeth Taylor simbolizando a la “Reina de la luz”, Jane Fonda como “La Noche” y Ava Gadner como la “Riqueza”, película que intentó recuperar el cine infantil al estilo de la vieja escuela pero que no encontró el éxito esperado.
Representación del mito del héroe en los Paracosmos infantiles.

El niño utiliza el mundo fantástico para poder reflejar facetas de su personalidad. La aparición de los diversos personajes que se encuentra en el camino, ejercen de mentores para ayudarlo en su travesía, pero en realidad son proyecciones mentales de sí mismo. Por otra parte, esas proyecciones mentales de sí mismo es lo que Carl Gustav Jung (1875-1961) denominó “el ánima” y “el ánimus”, que no es otra cosa que la representación femenina de la psique masculina (la madre) y la representación masculina en la psique de la mujer (el padre), algo que crea en el niño cierto complejo de Edipo.
En El Mago de Oz, Dorothy se encuentra a un León, el Hombre de Hojalata y un Espantapájaros que simbolizan la fuerza, la inteligencia y los sentimientos, siendo estos tres compañeros imaginarios positivos, la plasmación de su alter ego, mientras que Totó (el perrito que la acompaña en su trayecto) simboliza su lado más frágil. En la película Donde viven los Monstruos (Where the Wild Things Are, Spike Jonze,2009), Max el niño protagonista llega a una isla después de atravesarla durante una tormenta –el estado mental del niño–, para encontrarse con cinco monstruos más inseguros que él, donde lo proclaman el “rey”. El niño se ve a sí mismo como un monstruo y, mediante el juego, descubre las dificultades de dirigir a su “nueva familia” de adopción, llegando a comprender las acciones que tomó su madre haciendo que Max abandonara su hogar. En Los 5000 dedos del Doctor T (The 5000 Fingers of Dr.T, Roy Rowland,1953), Bart Collins, el niño protagonista, se sumerge en un sueño onírico donde ve a su profesor de piano como su antagonista –aquello en lo que no se quiere convertir– y al fontanero como al sustituto de la figura paterna –un patrón de lo que le gustaría convertirse–. En La Historia Interminable, (The Never Ending Story, Wolfgang Petersen, 1984) Bastian Baltasar, el niño cobarde desea convertirse en Atreyu, el personaje de ficción del mundo de Fantasía, porque ve en él las cualidades de las que carece. O por último en Tideland, la protagonista Jellyza-Rose utiliza, a lo largo del metraje, la cabeza de tres Barbies para exteriorizar las facetas de su personalidad que repelen su propia conducta, provocándole discusiones consigo misma –una disociación que permite comprender la esquizofrenia infantil que sufre el personaje–.Los ejemplos citados anteriormente son variantes de la función del doble, sea como representación del padre ausente, compañeros imaginarios, ayudante, guía espiritual, monstruo o animal.

 En el escenario del Paracosmos, nuestro “pequeño héroe” realiza las tres fases de las que se compone el mito del héroe: separación (mental o física), iniciación y retorno. El niño parte a un mundo sobrenatural, se enfrenta/ vence a las fuerzas mágicas y regresa a su hogar para vivir con más sentido. Porque la aventura espiritual del niño es la búsqueda de conocerse a sí mismo, asumiendo que, aunque no desea madurar, debe hacerlo, superando el miedo.

Escenarios del Paracosmos.


El niño utiliza como escenario mundos donde la naturaleza ejerce una gran presencia, debido a que su propio universo utópico es aquél en donde se siente libre de las reglas de la civilización. Si pensamos en El mago de Oz, Alicia, Donde viven los monstruos, etc… el viaje se inicia en el  bosque.  Simbólicamente se puede reinterpretar como el lado más primitivo del ser humano pero, a la vez, sirve como representación de lo inconsciente, por su oscuridad y misterio, aquello que se encuentra en la profundidad de la mente, los conflictos y miedos que se hallan en la psique del personaje. Aunque el significado más común en las representaciones cinematográficas se suele relacionar con la desorientación. El niño no sabe dónde encontrar las respuestas y lo primero que se encuentra es el bosque.

El ejemplo más claro lo podemos encontrar en la película Donde viven los monstruos. Max al llegar a la isla, es lo primero que descubre. Pero no es un bosque frondoso lleno de vida. Ya que muchos de los árboles están secos, incrementando el aspecto desolador del lugar y reforzado por la oscuridad. Allí contacta con “sus monstuos”, donde iniciará sus juegos donde lo proclamarán “el rey”. Max entabla amistad con Carol (el monstruo que simbolizamos como su doble porque, al igual que Max, tampoco desea madurar),  para más tarde dirigirse hacia un desierto. La arena simboliza el proceso racional/mental pero a la vez, el desierto es una metáfora de la soledad en la que se encuentra inmerso el niño. El recorrido los lleva hasta la orilla del mar que es donde se une: la arena (proceso racional) y el agua, que representa los aspectos irracionales e inestables de una persona. La playa simboliza la transición entre lo físico y lo espiritual, escenario en el que transcurre la gran parte de la historia.

En el lado opuesto nos encontramos a Bart de la película Los 5000 dedos del Doctor T, en la que su sueño se convierte en pesadilla. El escenario en el que transcurre la acción es similar al de una fortaleza en la que se encuentra recluido por el malvado Doctor T –su profesor de piano–. Los colores grises y azulados (representando la nocturnidad) predominan, al ser un mundo distópico no existen elementos agradables para el niño. Otro mecanismo interesante que encontramos en la película es el uso desproporcionado de los tamaños de aquellos elementos que vinculan al niño con lo que le desagrada: El lugar está presidido por un interminable piano, las partituras tienen un tamaño gigantesco, así como un metrónomo demasiado grande para poder ser transportado… De esta manera el espectador relaciona de inmediato, que todo ello le es hostil al niño.

Los escenarios refuerzan el estado anímico del niño héroe. Nos permiten saber más sobre la psique del personaje y sus inquietudes. El mundo de Oz, un mundo lleno de flores y árboles de colores intensos, contrasta con el mundo real en el que se encuentra Dorothy en Kansas, donde las grandes llanuras predominan. Es el mundo utópico de la niña, el lugar perfecto donde le gustaría vivir.

Los Paracosmos se apoyan en visualizaciones de los deseos del niño. Es la herramienta que le ayuda a expresar metafóricamente los deseos más íntimos del personaje. La imaginación como mayor exponente a la interpretación de los sentimientos; una aventura que le ayudará a comprenderse a sí mismo y a los demás.

 Por Pablo Lopérgolo Ortiz

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