En los países desarrollados o en la sociedad del bienestar, la búsqueda por satisfacer las necesidades primarias queda relevada a un segundo plano. Tenemos sobreabastecimiento de comida, diversidad en las formas de descanso, relativa tranquilidad y seguridad de nuestro hogar y los nuestros, e infinitas posibilidades de mantener y conservar nuestro cuerpo y nuestra salud, además de una ciencia y una medicina que ayudan cuando eso deja de funcionar.
La satisfacción de las emociones y los sentimientos pues, pasa a ser el protagonista de la historia. Todo lo que nos rodea se centra en cómo nos hace sentir. La sociedad del consumo que tiene como única finalidad, crear necesidades que no precisamos y vincular los objetos a una emoción artificialmente placentera que aparentemente nos hará más felices.
Sin embargo, en el mundo infantil, por supuesto que buscamos la felicidad de nuestros pequeños, pero lo que realmente urge en un primer plano es satisfacer sus necesidades primarias (el comer, el dormir y una buena salud). Los aspectos emocionales se van configurando poco a poco a medida que pasan los meses y el desarrollo del bebé va permitiendo establecer un vínculo más complejo con sus padres.
La satisfacción de estas necesidades primarias pasan a ser la preocupación y el desvelo de una mayoría de padres confusos y desorientados por la gran cantidad de información, opiniones, investigaciones, … de amigos, expertos, médicos, filósofos, especialistas, psicólogos, entendidos… que han probado, han oído que…, saben de… y que funciona esto o lo otro.
Como casi nada en esta vida, excepto con las matemáticas y las ciencias, funciona con la resolución de una ecuación o por una pastillita perfectamente diseñada y administrada. Y ninguna fórmula o método tiene por qué funcionar con su hijo, aunque sí lo haya hecho con 10 niños que usted conozca. Como se suele decir, cada familia es un mundo, cada casa, cada persona, cada niño.
Y cada niño es diferente a la hora de dormir.