domingo, 30 de septiembre de 2012

La adaptación a la escuela de 0 a 3 años


La adaptación a la escuela de los más pequeños  es un proceso por el que, tanto niños, como padres y educadores se adaptan a un nuevo entorno, nuevas personas, nuevas maneras de hacer, vivir y sentir. Este proceso, como todo cambio, puede ser vivido con más o menos ansiedad, temor, frustración, culpabilidad, tristeza e incluso desesperación. Me referiré sobretodo al tipo de adaptación que se vive en la guardería, escoles bressol, llar d’infants,… que cubren la franja de edad de 4 meses a 3 años.

Consideremos que un niño está adaptado a la escuela cuando ya juega, come, se relaciona con otros niños o bien con la educadora (utilizaré esta palabra en femenino ya que la mayoría de profesionales de la etapa infantil son mujeres) y en definitiva hace lo propio para su edad y su propia personalidad. Que un niño siga llorando meses después  cuando la madre o padre le deja en la escuela por la mañana no quiere decir que el niño no esté adaptado. Estas son algunas emociones y conductas que se pueden trabajar para que el niño y el padre o madre no pasen ese maltrago durante todo el curso.

¿Y cuándo consideramos que los padres están adaptados?. Muchas veces en función de cómo ven al niño. Si su hijo está bien, ellos están bien y si está mal pues sufren y están mal. No son conscientes de que ellos son la parte más importante para que su hijo llegue contento a la escuela, que precisamente el proceso es al revés: si ellos están bien, tranquilos, confiados, normalizan la situación, dejan atrás o intentan al menos disimular delante del niño, la ansiedad y la tensión, su hijo se adaptará mucho más rápido.


En función de muchas variables, como el temperamento del niño y del tipo de apego que tiene con la madre, el niño soportará mejor o peor la separación. Hay niños que están tristes e inactivos en la escuela durante la adaptación, otros muy enfadados que lloran con rabia y no quieren recibir ningún tipo de consuelo. Otros se aferran a la educadora y se desesperan si ésta se aleja o atiende a otros niños.

El apego o vínculo afectivo es la relación que el niño establece con los adultos más próximos a él, sobretodo la madre y con los que siente la necesidad de estar cerca y en contacto. De esta manera el niño busca seguridad, sobretodo en situaciones que el niño capta como amenazantes o estresantes.  Cuando el niño llora busca recuperar la proximidad con su figura de apego.
El apego seguro, que no debe confundirse con la sobreprotección, es aquel en el que la madre o padre  no solo cubren las necesidades físicas y afectivas, sino que en el proceso de desarrollo deben incentivar la autonomía del niño, ofreciendo situaciones y posibilidades adversas, aunque seguras, donde el niño pueda hacerles frente. Es decir, deben saber traer al mundo afectivo y seguro momentos de frustración y desafíos, donde el niño pueda buscar los propios recursos personales y gracias a la comprensión y el apoyo de los padres podrá enfrentarse a las adversidades que ofrece la vida.
Establecer un apego seguro es importante pero hay que tener también en cuenta el abanico de emociones que la madre transmite a su hijo de manera inconsciente y cómo éste las capta, también inconscientemente, y las refleja, en función de su edad, en el entorno. La madre transmite emociones como angustia y ansiedad ante la separación, sentimientos de culpa y de abandono, celos, frustración, tristeza… Un bebé no entiende pero siente esas emociones.

Poniéndonos ahora desde el punto de vista de la madre o padre, entendamos igualmente que ha establecido un vínculo afectivo extremadamente fuerte con su hijo y que por diferentes circunstancias debe llevarlo a la guardería (muchas veces sienten que en realidad no quieren hacerlo, cosa que el niño capta). Un lugar desconocido, con una persona, la educadora, totalmente desconocida y compartiendo espacio con otros niños muy diferentes al suyo (¿sabrá cómo debe consolarlo cuando llora o se asusta?, ¿cómo va a atender a mi hijo adecuadamente si hay otros 15 más, ¿me seguirá queriendo igual si le dejo aquí a diario?, ¿cambiará su carácter por culpa de esto?...).
Estas preguntas y mil dudas más asaltan a la madre insegura que deja a su hijo, de manera insegura, en la escuela. También estas mismas preguntas y dudas se hará la madre segura, ante la primera verdadera separación con su hijo, pero que siendo consciente de estos pensamientos, hablando y expresando sus miedos con la educadora si es necesario, pensará que es mejor pensar que su hijo va a estar en un lugar donde crecerá y se enriquecerá como persona.
La adaptación será un proceso más o menos largo, en función de cada niño y de cada familia. No hay una regla establecida (15 días, 2 meses, 5…).

Mi propia experiencia como educadora infantil en escola bressol me guía hacia la idea de que no sólo debemos establecer un vínculo afectivo con los niños, también con las familias, acogiéndolas, empatizando, verbalizando y normalizando sus emociones, pensamientos, prejuicios, etc… Escucharlas y comprendiendo su situación es de vital importancia para establecer una confianza mutua, un intercambio de experiencias, un diálogo en caso de malentendido… en definitiva, comprender que ambas partes vamos en el mismo barco: educar, ofrecer y recibir cariño, socializar y compartir las vidas y las maravillosas experiencias que nos ofrecen los niños de estas edades.

Mª Carmen Pedrosa Barrios.

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