La adaptación a la escuela de los más pequeños es un proceso por el que, tanto niños, como
padres y educadores se adaptan a un nuevo entorno, nuevas personas, nuevas
maneras de hacer, vivir y sentir. Este proceso, como todo cambio, puede ser
vivido con más o menos ansiedad, temor, frustración, culpabilidad, tristeza e
incluso desesperación. Me referiré sobretodo al tipo de adaptación que se vive
en la guardería, escoles bressol, llar d’infants,… que cubren la franja de edad
de 4 meses a 3 años.
Consideremos que un niño está adaptado a la escuela cuando ya juega,
come, se relaciona con otros niños o bien con la educadora (utilizaré esta
palabra en femenino ya que la mayoría de profesionales de la etapa infantil son
mujeres) y en definitiva hace lo propio para su edad y su propia personalidad. Que
un niño siga llorando meses después
cuando la madre o padre le deja en la escuela por la mañana no quiere
decir que el niño no esté adaptado. Estas son algunas emociones y conductas que
se pueden trabajar para que el niño y el padre o madre no pasen ese maltrago
durante todo el curso.
¿Y cuándo consideramos que los padres están adaptados?. Muchas veces
en función de cómo ven al niño. Si su hijo está bien, ellos están bien y si
está mal pues sufren y están mal. No son conscientes de que ellos son la parte
más importante para que su hijo llegue contento a la escuela, que precisamente
el proceso es al revés: si ellos están bien, tranquilos, confiados, normalizan
la situación, dejan atrás o intentan al menos disimular delante del niño, la
ansiedad y la tensión, su hijo se adaptará mucho más rápido.
En función de muchas variables, como el temperamento del niño y del
tipo de apego que tiene con la madre, el niño soportará mejor o peor la
separación. Hay niños que están tristes e inactivos en la escuela durante la
adaptación, otros muy enfadados que lloran con rabia y no quieren recibir
ningún tipo de consuelo. Otros se aferran a la educadora y se desesperan si
ésta se aleja o atiende a otros niños.
El apego o vínculo afectivo es la relación que el niño establece con los
adultos más próximos a él, sobretodo la madre y con los que siente la necesidad
de estar cerca y en contacto. De esta manera el niño busca seguridad, sobretodo
en situaciones que el niño capta como amenazantes o estresantes. Cuando el niño llora busca recuperar la
proximidad con su figura de apego.
El apego seguro, que no debe confundirse con la sobreprotección, es
aquel en el que la madre o padre no solo
cubren las necesidades físicas y afectivas, sino que en el proceso de desarrollo
deben incentivar la autonomía del niño, ofreciendo situaciones y posibilidades
adversas, aunque seguras, donde el niño pueda hacerles frente. Es decir, deben
saber traer al mundo afectivo y seguro momentos de frustración y desafíos,
donde el niño pueda buscar los propios recursos personales y gracias a la
comprensión y el apoyo de los padres podrá enfrentarse a las adversidades que
ofrece la vida.
Establecer
un apego seguro es importante pero hay que tener también en cuenta el abanico
de emociones que la madre transmite a su hijo de manera inconsciente y cómo
éste las capta, también inconscientemente, y las refleja, en función de su
edad, en el entorno. La madre transmite emociones como angustia y ansiedad ante
la separación, sentimientos de culpa y de abandono, celos, frustración,
tristeza… Un bebé no entiende pero siente esas emociones.
Poniéndonos
ahora desde el punto de vista de la madre o padre, entendamos igualmente que ha
establecido un vínculo afectivo extremadamente fuerte con su hijo y que por
diferentes circunstancias debe llevarlo a la guardería (muchas veces sienten
que en realidad no quieren hacerlo, cosa que el niño capta). Un lugar
desconocido, con una persona, la educadora, totalmente desconocida y
compartiendo espacio con otros niños muy diferentes al suyo (¿sabrá cómo debe
consolarlo cuando llora o se asusta?, ¿cómo va a atender a mi hijo adecuadamente
si hay otros 15 más, ¿me seguirá queriendo igual si le dejo aquí a diario?,
¿cambiará su carácter por culpa de esto?...).
Estas
preguntas y mil dudas más asaltan a la madre insegura que deja a su hijo, de
manera insegura, en la escuela. También estas mismas preguntas y dudas se hará
la madre segura, ante la primera verdadera separación con su hijo, pero que
siendo consciente de estos pensamientos, hablando y expresando sus miedos con
la educadora si es necesario, pensará que es mejor pensar que su hijo va a
estar en un lugar donde crecerá y se enriquecerá como persona.
La
adaptación será un proceso más o menos largo, en función de cada niño y de cada
familia. No hay una regla establecida (15 días, 2 meses, 5…).
Mi propia experiencia como educadora infantil en escola bressol me guía hacia la idea de que no sólo debemos establecer un vínculo afectivo con los niños, también con las familias, acogiéndolas, empatizando, verbalizando y normalizando sus emociones, pensamientos, prejuicios, etc… Escucharlas y comprendiendo su situación es de vital importancia para establecer una confianza mutua, un intercambio de experiencias, un diálogo en caso de malentendido… en definitiva, comprender que ambas partes vamos en el mismo barco: educar, ofrecer y recibir cariño, socializar y compartir las vidas y las maravillosas experiencias que nos ofrecen los niños de estas edades.
Mª Carmen Pedrosa Barrios.
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