
- Doctor, me duele todo. Me han hecho
muchas pruebas y me dicen que no tengo nada, pero… me siento muy enferma.
El Doctor revisa las analíticas, las
radiografías y las resonancias y, efectivamente, no detectan nada fuera de lo
“normal”.
Esta vez, el Doctor se levanta y se dispone
a explorarla.
- ¿Duele aquí?
- Uy, sí!
- ¿Y aquí?
- También, también…
No sólo le duelen los famosos dieciocho
puntos. Le duelen treinta, o cincuenta, o quizá cien. No le ha dicho al Doctor
que también tiene una gran fatiga, y ardores de estómago, y migrañas
frecuentes, y fluctuaciones de la temperatura corporal, y ansiedad e insomnio,
y ánimo deprimido… Le ha dicho que le duele el cuerpo, pero no le ha dicho… ¡que
le duele la vida!
- Señora, usted tiene Fibromialgia.
¡Por fin hay diagnóstico!, y la mujer casi
se alegra. Así, con su etiqueta pegada en la frente, quizá alguien la crea…, su
familia, sus amistades, sus compañeros de trabajo y quizá también su jefe.
Luego, irá a la farmacia a comprar uno de esos grandes pastilleros, donde irá
colocando todas y cada una de las píldoras que van a recetarle y que se irá
tomando obedientemente, al principio con fe, luego con migajas de esperanza y,
al cabo de un tiempo, sólo por fastidiosa rutina…
Pasaran los días, pasaran los años… El
dolor seguirá siendo su más fiel compañero.”
“Fibromialgia” (FM), etimológicamente sólo
significa “dolor muscular”. Pero el dolor muscular no es una enfermedad, es
sólo un síntoma, al igual que la fatiga, que el dolor de cabeza, que los
ardores de estómago, o el insomnio, o la apatía… Sólo son síntomas que en esos
casos confluyen en una misma persona y configuran un cuadro patológico que
define esa “enfermedad”. Si predomina la fatiga y perdura en el tiempo, se
habla de “Síndrome de Fatiga crónica” (SFC). ¡Qué más da! Sólo son nombres para
etiquetar ese síndrome aún tan desconocido. Las pruebas diagnósticas de las que
disponemos, se resisten a salir de los patrones de la más absoluta
normalidad. Se ha estudiado la fibra muscular con las técnicas más
sofisticadas, se sigue yendo a la caza y captura de hipotéticos virus que nunca
son específicos ni determinantes, se investiga ese gen que quizá predispone
pero que no presenta tampoco una relación clara y directa con la enfermedad…
¿Cuál es, pues, la causa? El interrogante sigue suspendido en el aire… Todos
los avances científicos y técnicos no alcanzan para explicar el
origen.
Sin embargo, sí se pueden observar
algunos cambios certeros que se producen en el cuerpo de los afectados y que
parten de la activación del Sistema Nervioso Vegetativo. Esos impulsos
nerviosos llegan hasta el Sistema Límbico del cerebro y, consecuentemente, se
desencadenan una serie de secreciones hormonales en cascada a través del Eje
hipotálamo-hipófiso-adrenal que afectarán a todo el organismo.
Estas reacciones son la respuesta a una
señal de alarma indeterminada y tienen la misión de preparar el cuerpo para
defenderse de un “peligro”. Sin embargo, si el peligro persiste (si no se ha
corregido la causa), este sistema de defensa se agota y compromete al sistema
inmunitario.
Algunas de las consecuencias que se
producen en las personas afectadas de FM/FC son las siguientes:
- Aumento de la secreción y acumulación de
Ácido láctico en las células musculares, lo cual da lugar al dolor muscular.
- Contractura del músculo del cuero
cabelludo, la cual produce dolor de cabeza.
- Las mitocondrias (productoras de energía)
de las células musculares se agotan, lo cual da lugar a fatiga.
- El hipocampo, que forma parte del cerebro
emocional y que se encarga de almacenar la memoria a corto plazo y de regular
el estado de sueño-vigilia, entre otras funciones, empieza a estar
comprometido, dando lugar a una disminución de la capacidad de concentración
y memoria y alteraciones del sueño (habitualmente interrumpido). La falta
de descanso retroalimenta la afectación de la memoria.
- Se alteran también las áreas
termorreguladores del hipocampo, lo que conlleva la fluctuación de la
temperatura del cuerpo.
- La quiebra del sistema inmunológico puede
dar lugar a infecciones recurrentes.
- La activación del Sistema Nervioso
Vegetativo puede alterar la tensión arterial y dar lugar a mareos.
- La afectación del Sistema Nervioso Parasimpático
intestinal, produce el aumento de las contracciones intestinales y, con
frecuencia, da lugar al llamado colon irritable.
- Mayor producción de ácidos gástricos que
pueden producir náuseas, gastritis e incluso llegar a producir
una úlcera. Colaboran en este proceso la gran cantidad de antiinflamatorios que
los pacientes toman.
- El sistema de activación reticular (situado
en el tronco encefálico) amplifica las señales, dando lugar a una hipersensibilidad
al ruido y a la luz.
- El miedo, la sensación de incapacidad y de
impotencia ante la persistencia de los síntomas, da lugar a la angustia. Se
le suma la incomprensión del entorno y, con frecuencia, los pacientes terminan
en la desesperación y en la
soledad. Esta presión no hace más que incrementar los síntomas
(como una señal de alarma), produciéndose un espiral de retroalimentación
negativa.
- Emocionalmente, el paciente va cayendo en
un estado depresivo, creado por la mente o inteligencia racional, para
encubrir los sentimientos incómodos que no se pueden afrontar.
Se cierra aquí un aburrido ciclo de dolor, de
agotamiento y de incapacidad.
La Medicina tradicional y las Medicinas
alternativas sólo consiguen paliar algunos de los síntomas, pero la enfermedad
persiste. Y es que, la afectación de la persona con FM/SFC tiene implicaciones
mucho más allá del cuerpo físico, pues también están comprometidas sus
creencias mentales, su vida emocional y su entorno social. Por lo tanto, me
atrevo a decir que sólo se puede conseguir la curación o mejora con una visión
ampliada que integre la globalidad de la persona.
Durante mis veinte años de ejercicio de la
Medicina, he tenido ocasión de ver muchas personas afectas de FM/SFC y me
sorprendía al leer tan repetitivamente la palabra “normal” en los resultados de
las pruebas diagnósticas frente al profundo sufrimiento que afligía a los
pacientes. Me informé, leí, estudié..., pero sobretodo observé... Dediqué mucho
tiempo a la observación silenciosa de esas personas que no podían sostener su
cuerpo y, apenas, su vida.
Pronto me di cuenta que, en todos ellos (la
mayor parte eran mujeres), se repetían unos patrones de personalidad muy
similares. Así, lejos de la imagen de debilidad que nos transmite una persona
afectada de FM/SFC, vi la historia de personas que durante toda su vida se
habían mostrado realmente fuertes y que habían empujado el carro de toda la
familia y de su trabajo con gran maestría. Habían cubierto las necesidades de
todos los que las rodearon, habían curado las heridas de todos y habían cargado
con las cargas de todos. Pero… habían cometido un grave error: Se habían
olvidado de sí mismas. Nunca se preguntaron acerca de sus propias necesidades
ni de sus deseos, nunca dedicaron algo de tiempo a curar sus propias heridas,
nunca se plantearon la carga que podían soportar sus hombros y fueron cargando
más y más… El nivel de estrés de sus vidas había sido elevadísimo, aunque bien
tolerado durante años, hasta que un día… su cuerpo, agotado, dijo
¡basta!
A menudo, este momento llega cuando el
entorno está ya bajo control y cuando menos requiere de la persona. Quizá sea
entonces la primera vez que ella se permite mirarse en un espejo y… casi no se
reconoce. La imagen que el espejo le devuelve es la de un cuerpo lleno de
heridas que nunca atendió y que siguen sangrando… y una mochila enorme cargada
en su espalda. Sí, a menudo esa es la historia del Dolor (múltiples heridas
abiertas) y de la Fatiga (el peso de una mochila enorme que ya no la deja
caminar). Hoy, mi trabajo con pacientes con FM/SFC consiste en rascar las
heridas hasta que cicatrizan y revisar el contenido de las mochilas hasta que
la persona se desprende de los lastres que arrastra y que le
corresponden.
El camino hacia la curación no es fácil ni
gratuito. En todos los casos, es necesario un gran esfuerzo de autoconocimiento
para llevar a la consciencia todas aquellas partes de cada uno que han
permanecido en la
oscuridad. Primero ver, luego reconocer y después aceptar.
Las creencias mentales deberán cuestionarse, las emociones deberán expresarse
y, sin duda, se deberá actuar en consecuencia. Sólo desde la consciencia
uno puede obtener la libertad necesaria para decidir los próximos pasos de su
camino. Pero tampoco ser libre es fácil, pues implica asumir toda la
responsabilidad, la responsabilidad de su propia vida. Sólo así, tendrá la
oportunidad de construir el futuro deseado.
“Sóis vuestros propios pinceles y vuestros colores. Pintad el paraíso y
entrad en él.” Kazantzakis
Montse Jordà.
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